Por Ricardo Pascoe Pierce

Una de las características notables de la actual campaña electoral ha sido el uso de las encuestas para fines propagandísticos. Debido a ello, lo que inevitablemente sucede es que las encuestas varían en sus resultados locamente.

Locamente no parecería ser una adjetivación particularmente precisa. Pero en este caso es particularmente exacta. Lo primero que llama la atención es la cantidad de resultados dispares. Son extraordinariamente diferentes sus resultados, pero, al mismo tiempo, ofrecen al público una certeza del 95% de confianza y con un error estadístico del 2%-3%. Estos datos deslumbran al lector que busca algún grado razonable de certidumbre.

En general, las encuestas coinciden en mostrar una insatisfacción con las políticas gubernamentales en materia de seguridad, corrupción, salud y educación. También confirman una aprobación general de los programas sociales de apoyo, especialmente las de las personas de la tercera edad. Ante esa realidad, se esperaría que las encuestas reflejaran esa disparidad de criterios: unos más críticos, mientras otros más complacientes con el gobierno en turno.

De hecho, la más reciente encuesta de El Financiero capta esos estados de ánimo sociales. Mientras una amplia mayoría de receptores de programas sociales votarían por Morena, una mayoría de quienes NO reciben estos apoyos votarían por la oposición. Esa encuesta prácticamente define la división electoral del país.

Este dato que aporta El Financiero es importante para los encuestadores. Si quieren tener un resultado favorable a Morena, es muy simple. Realizan sus encuestas favoreciendo desproporcionadamente a las zonas con una población mayoritariamente recipiente de los beneficios sociales. Marcelo Ebrard acusó a los encuestadores de la interna en Morena de haber favorecido secciones electorales donde había más presencia de Sheinbaum. Aparentemente ella ganó la candidatura empleando esas tácticas.

Tomando en consideración los datos objetivos sobre la insatisfacción con las políticas públicas, a excepción de los programas sociales, los datos de las preferencias electorales para la Presidencia de la República varían, como hemos establecido, locamente.

La empresa De Las Heras arroja el siguiente resultado, con una participación del 50% del electorado: Morena, 67%; oposición, 30%; MC, 3 por ciento.

La empresa AOL y Jones Consultores S.C. ofrece tres resultados contingentes en el porcentaje de participación. Con una participación del 55% del padrón, Morena, 47%; oposición, 46%; MC, 7 por ciento.

Con una participación del 63%, Morena, 44%; oposición, 49%; MC, 7 por ciento.

Con participación del 70%, Morena, 42%; oposición, 51%; MC, 7 por ciento.

Massive Caller, con sus series de tiempo diarios, arroja el siguiente resultado, al día de ayer: Morena, 42.5%; oposición, 35.8%; MC, 6.5%; indecisos, 15.2 por ciento.

El Financiero arroja el siguiente resultado, sin definir un porcentaje de participación: Morena, 49%; oposición, 32%; MC, 8%; indecisos, 11 por ciento.

Con estas variables puestas sobre la mesa, la primera emoción es de confusión absoluta. ¿Cómo puede ser que una encuesta tenga a Morena 37 puntos arriba de la oposición, mientras otra, igualmente respetable, registra una diferencia entre el primer lugar y el segundo de 6,7%? Obviamente, intervienen muchos factores que hacen variar los resultados: las zonas encuestadas, la metodología empleada y la formulación de las preguntas. Todos estos elementos pueden distorsionar los resultados finales y, por ende, el mensaje al público.

Existen, además, fuertes presunciones sobre la posible compra de resultados para favorecer a un lado. Como se constató con la acusación de Ebrard contra Sheinbaum, es perfectamente factible diseñar resultados favorables a un lado de la balanza con justificaciones técnicas creíbles. Y, aparentemente, es una práctica común en Morena.

Hay dos mensajes contradictorios que emanan de las encuestas. Un mensaje es que “este arroz ya se coció” y que la victoria de Morena es una inevitabilidad.

El otro mensaje es que “la moneda está en el aire” y que la competencia está cerrada entre Morena y la oposición.

Todas las encuestas coinciden en el carácter testimonial de la presencia de MC en la contienda.

Lo que es una obviedad es que hay dos grandes bloques de encuestas diseminándose actualmente.

Las que confirman una delantera de Morena inalcanzable; pretenden un impacto político sobre el estado de ánimo del electorado. Y otras, las encuestas que sugieren una contienda competida y cerrada.

Al final del proceso electoral y conociendo el veredicto de las urnas, habrá necesidad de emitir un juicio político, ético y legal sobre el lugar que tomaron las encuestas en una contienda donde están en juego dos modelos contrastantes de sociedad y más, el futuro mismo de México.

Fuente: https://www.excelsior.com.mx/opinion/ricardo-pascoe-pierce/el-dilema-de-las-encuestas/1649106